“Falleció el quemado, eso es bueno»: la mafia del petróleo con sede en Lanús se alegró por la muerte de uno de sus integrantes
Por Daniel Riera.
“Falleció el quemado. Eso es bueno, pero ahora hay que arreglar con la familia… estoy pagando mi libertad y no quiero involucrar a nadie…”. El autor de esa frase horrorosa es Néstor Panagópulo, en diálogo con su hermano Carlos. La frase surge de las escuchas dispuestas por la Justicia Federal a los integrantes de la mafia acusada de robar petróleo de oleoductos de YPF, convertirlo en nafta en una destilería ubicada en Valentín Alsina y venderlo en estaciones de servicio truchas o en barriles misteriosos.
«El quemado» al que se refieren es Edgard Vargas Báez, el hombre al que en un principio la policía de Coronel Pringles identificó como «Eduardo Vargas», el integrante de la banda que en la madrugada del 2 de febrero sufrió graves quemaduras cuando intentaba robar petróleo a través de una conexión clandestina a un oleoducto en el paraje Fra Pal -entre Coronel Dorrego y Coronel Pringles- y falleció unos días después. La banda de criminales le ocultó su muerte mientras pudo a la esposa de Vargas.

La fiscalía Federal Número 2 en Lomas de Zamora, a cargo de la doctora Cecilia Incardona, le solicitó al juez de la causa Juan Pablo Auge que amplíe la indagatoria a diez de los imputados en la causa, con el principal objeto de esclarecer las circunstancias de la muerte de Vargas, que para la fiscal podría encuadrar en el delito de «Estrago doloso seguido de muerte».
“No se puede enterar nadie, se prendió fuego un camión…”, le había dicho Néstor Panagópulo a su hermano el 3 de febrero. Vargas recibió primeros auxilios en el Hospital d Coronel Pringles y fue trasladado al Hospital del Quemado de La Plata, donde estuvo internado hasta la madrugada del 8 de febrero, donde (contenido en el CD N° 12). Unos días después, le envió un nuevo mensaje diciéndole “falleció el quemado. Eso es bueno, pero ahora hay que arreglar con la familia… estoy pagando mi libertad y no quiero involucrar a nadie…” .

La Unión de Lanús te había contado la historia en esta nota:
Ahora se saben más detalles, que te adelantamos en exclusiva. La causa tuvo dos investigaciones simultáneas de parte de la Justicia: la de la Fiscalía Federal N° 2, actualmente a cargo, y la de La Ayudantia Fiscal de Cnel. Dorrego y Monte Hermoso, dependiente de la UFIJ N° 9 del Depto. Judicial de Bahia Blanca, a cargo de la doctora Gabriela González Illescas. Precisamente González Illescas fue una de las más sorprendidas el 1° de septiembre pasado, cuando se produjo la ola de allanamientos y detenciones que terminó desbaratando la banda. La doctora González Illescas le remitió sus actuaciones a su colega Incardona, quien las incorporó de inmediato a la causa. González Illescas no había llegado en su paciente pesquisa a establecer la conexión lanusense de la organización: la destilería clandestina ubicada en Valentín Alsina y sus vínculos con el puntero macrista Gerardo Antonio Rodríguez y con el concejal de Juntos por el Cambio de Lanús Alberto Torres.

La conexión clandestina estaba en el kilómetro 28 de la ruta 72, donde habían sido enviados por la banda Antonio Ramón Rosales y el luego accidentado Edgard Vargas Báez. Debían llenar con el petróleo robado un camión semirremolque con una cisterna pintada con el logo de YPF.
¿Qué pasó entonces? Lo explica el pedido de ampliación de indagatoria, al que tuvo acceso La Unión de Lanús: «Al momento de realizar la carga, se produjo una descarga de energía estática sobre el faro indicador verde situado sobre la parte superior del camión cisterna la que, en contacto con la lona estibada en proximidad generó un incendio que, combinado con el hidrocarburo contenido en el tanque, ocasionó una explosión seguida de una deflagración de llamas. Ello provocó la muerte de Edgard Vargas Baez, ocurrida unos días después…» Para la fiscal está claro que «los imputados crearon una fuente de peligro y aceptaron el riesgo creado a partir de su ilegal modo de proceder, provocaron un incendio que causó la muerte de Vargas Báez y a la vez pusieron en peligro la vida de las personas que se encontraban en cercanías del lugar».
Antonio Ramón Rosales desprendió como pudo el camión de la cisterna y llevó a su coequipier Vargas al hospital de Coronel Pringles. Negó conocerlo: dijo vagamente que se lo había encontrado por ahí, dijo «enseguida vuelvo» y se perdió de vista. Luego presentó una falsa denuncia, según la cual le habían robado el camión con su cisterna el 1° de febrero. Las cámaras de seguridad de la zona del hospital lo filmaron cuando se fue en el camión cuyo robo denunciaría más tarde. Los dueños del camión y de la cisterna están hoy imputados como parte de la banda, que intentó ocultarle mientras pudo la muerte de Vargas a su propia esposa, Hilda Chaparro.
«Supuestamente debe estar en Bahía le digo, la verdad que no sé por qué, le he mandado un par de mensajes y no me contestó, y por ahí lo he llamado y por ahí no tiene señal o algo, es medio complicado”, le dijo Néstor Panagópulo a Chaparro el 6 de febrero, cuando ya habían pasado cuatro días del accidente y estaba absolutamente al tanto de lo ocurrido. Luego de fallecido Vargas, Panagópulo seguía negándole a la señora Chaparro que hubiese ocurrido accidente alguno (aunque la policía ya le había informado de lo ocurrido) y diciéndole que «el camión que manejaba Edgar, y el tanque que manejaba Edgar lo tengo yo y está sano”. Según investigó la fiscal y consta en la causa, Panagópulo terminó dándole a la señora Chaparro la suma de 30 mil pesos «para colaborar con el entierro» y luego la viuda nunca más supo de él.

