El peronismo, el aguinaldo y una historia para leer en la playa
Por Aldo Duzdevich (*)
Se han escrito- y se seguirán escribiendo- centenares de libros que intentan explicar al peronismo.
Hace dos años atrás, en el Vaticano, un periodista italiano me sugirió “deberías escribir un libro “Francisco y el peronismo”, se vendería en todo el mundo. Yo respondí: puede ser… pero el 70% del libro debería ser para explicar a los europeos que es el peronismo. Y claro, si históricamente fue una incógnita, hoy con un Papa tildado de populista, comunista o peronista, creo que sí, que puede ser un buen momento para explicarle al mundo qué fue y es el peronismo.
Pero explicar al peronismo no es tarea fácil. En un libro muy recomendable Peronismo-Cómo explicar lo inexplicable de Santiago Farrel, el historiador norteamericano Joel Horowitz dice: “Para alguien como yo que ha pasado cuatro décadas investigando la historia argentina explicar a una clase de estudiantes norteamericanos qué es el peronismo, es prácticamente imposible.”
Para comprender al peronismo, hay que empezar por recorrer doscientos años hacia atrás la historia argentina y latinoamericana. Estudiar la personalidad de Perón, su formación. Ver el contexto histórico de 1945. Estudiar cada una de sus realizaciones. Descubrir su riqueza filosófica. Su doctrina y la evolución de su pensamiento. Las persecuciones a las que fue sometido. Su persistencia y capacidad de adaptación a la evolución del mundo. Pero siempre nos va a faltar ese algo que sólo los peronistas perciben, lo vivencial, lo emocional, eso que está muy escondido bajo la piel de los hombres y mujeres del pueblo.
Para mi libro Salvados por Francisco, en 2017 entrevisté al filósofo y espistemólogo Doctor Ricardo J. Gómez, un reconocido hombre de ciencias a nivel nacional e internacional. Arranqué preguntándole cómo había llegado al peronismo. Suponía me iba a dar una respuesta de tipo académica. Algo sobre el Congreso Mundial de Filosofía de 1949 y la Comunidad Organizada. De la interrelación de los filósofos de la época como Carlos Astrada y Nimio de Anquin con los mas cercanos como Lucio Gera y Rodolfo Kutsch, que nutrieron el pensamiento de Jorge Bergoglio.
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Pero su respuesta fue por otro lado. “Te cuento”, dijo. “Yo nací en una familia acomodada. Mi padre tenía una empresa de sanitarios y era subcontratista en obras de la Fundación. En el 46-47 tenían 50 obreros que en llegaron a ser 400 en 1955. Pertenecía claramente a la nueva burguesía industrial. Al principio mis padres eran políticamente neutros, pero luego se volvieron muy antiperonistas. En casa siempre escuchaba despotricar contra el aguinaldo, y no entendía qué era esa palabra. Yo tendría 9 o 10 años y me gustaba relacionarme con los trabajadores de la empresa. Una tarde en el patio estaba jugando a la pelota con un viejo empleado, Mario Gandolfi, se llamaba… Se me ocurre preguntarle: ¿Mario, qué es eso del aguinaldo? Él, sin parar el juego, pisa la pelota y dice: “El aguinaldo es aquello que me va a permitir, llevar a mi hijo a ver el mar por primera vez.” Esa respuesta me descolocó, me impresionó. Para mi ver el mar era costumbre. Eran los veranos. Era como tomar el café con leche. Creo que desde ese día, sin razonarlo aún, empecé a comprender el peronismo”.
Si yo fuera un académico alemán, que interrogaba a mi colega argentino, probablemente hubiese pensado por lo bajo “Es cierto, estos peronistas son incorregibles, le pregunte sobre el peronismo y me relató un historia para leer en la playa.”
(*) Autor de La Lealtad. Los montoneros que se quedaron con Perón. y Salvados por Francisco.


