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Reflexiones sobre mi nota anterior «El trágico error de Augusto Conte Mac Donell y la desaparición de su hijo»

Por Aldo Duzdevich (*)

He recibido diversos comentarios sobre mi nota anterior, “El trágico error de Augusto Conte Mac Donell y la desaparición de su hijo.”  Una dolorosa historia que conmueve en particular a quienes somos padres, por el solo pensar que un error nuestro, pueda condenar a muerte a un hijo.

Algunos comentarios cuestionaron duramente la actitud del padre. Y otros (menos) el posible error del hijo. Ambos fueron víctimas  de una represión salvaje, cuyos límites eran inimaginables en el momento que se produjo.

Leé también El trágico error de Augusto Conte Mac Donell y la desaparición de su hijo

Sobre los años setenta y la represión dictatorial se ha escrito mucho, pero de modo lineal, y en base en algunos paradigmas no revisados. En mi nota lo que hago es poner en debate algunos de esos paradigmas, donde lo de Augusto Conte aparece como el ejemplo más doloroso, y que, no es el único caso, hubo muchas situaciones parecidas a esta.

24 de marzo de 1976, un golpe anunciado y con consenso de opinión pública.

El 11 de marzo de 1973, el peronismo pudo llevar candidatos y votar por primera vez desde 1955. Ante la proscripción de Perón, se decidió la formula Cámpora-Solano Lima, que a poco de asumir, renunció para permitir que en elecciones libres, Perón sea nuevamente presidente.

El primer efecto en el plano geopolitico  fue un cerco de dictaduras en Uruguay, Brasil, Bolivia y Chile impulsado por los EEUU. Y tal vez el mismo día de asumir Cámpora los militares ya rumiaban la posibilidad de un nuevo golpe. El 8 de septiembre de 1973 Perón, en la reunión con la JP, decía: “Hay que andar con calma, porque la reacción interna y apoyada desde afuera es sumamente poderosa, y aquí todavía no se ha revelado el misterio; porque todavía hay tipos que están mirando por debajo de la reja de los cuarteles para ver cuándo pueden salir y ustedes saben cuando salen esos locos cómo la agrandan. Entonces, a ese intento, hay que oponerle un poder político muy cohesionado y muy fuerte, solamente así se puede evitar que caigamos en nuevas deformaciones como las que pasaron en estos dieciocho años”.

Meses después, el 1° de Julio de 1974, la muerte de Perón pone en marcha los mecanismos para el golpe. Isabel asume un gobierno al cual Perón ya le costaba conducir, sometido al doble asedio por derecha e izquierda. La guerrilla del ERP se instalaba en Tucumán, Montoneros pasaba a la clandestinidad y  comenzaba a operar la Triple A. La guerrilla  iba aumentando su nivel de violencia en ataques a cuarteles militares, policías y empresarios. Y las bandas de derecha dirigidas por la Inteligencia militar, asesinaban a militantes de izquierda.

Taty Almeida lo dice en el testimonio: “A mi hijo Alejandro se lo llevan el 17 de junio de 1975, durante el gobierno de Isabel… Para mí, la culpa de todo la tenían los peronistas… Yo me movía en ese entorno… Cuando se lo  llevan a Alejandro yo lo fui a ver a Harguindeguy que había sido oficial de mi padre y jefe de uno de mis cuñados. … Harguindeguy me decía: ‘Señora, son los peronistas’, y yo decía: ‘¡Claro!’”. 

Vale recordar que López Rega, sindicado como el jefe de la Triple A, renunció y se fue del país el 11 de Julio de 1975. Sin embargo, las bandas de derecha siguieron secuestrando y asesinando en público hasta el día 24 de marzo, cuando “mágicamente” desaparecieron de los diarios.

Es decir que Isabel, además de sus limitaciones y errores propios sucumbe ante un clima de violencia y crisis económica, que va generando las condiciones del golpe. En abril del 76, analizando el golpe, el diario londinense  The Economist decía: “Juan Perón está muerto y la Junta Militar ya no deberá competir con un rey instalado del otro lado del océano. Pueden esperar en forma razonable que el peronismo se rompa en mil pedazos (…).  En verdad, el general Videla hizo desistir a los más impacientes de sus subordinados de  dar el golpe antes, para dejarle un margen de tiempo al proceso de desintegración del peronismo.”

Y efectivamente fue lo que pasó. El desgaste fue tal que la irrupción militar era reclamada por gran parte de la población. Vuelvo al testimonio de Taty Almeida: “Cuando llegó el golpe yo dije: ‘Al fin se van estos negros de mierda y vienen mis conocidos y yo lo voy a recuperar a Alejandro’… Eso era lo que yo creía (…)”. Lo de Taty Almeida no era una opinión aislada. Gran parte de la clase media y alta esperaba el golpe, incluyendo a  muchas familias que luego sufrirían la desaparición de sus  hijos. En 1983, un sondeo realizado por la consultora Aresco, de Julio Aurelio, midió las expectativas frente al gobierno militar de 1976.  Sólo el 14% lo rechazaba , en el 46% generaba entusiasmo y alivio, indiferencia para el 24% y desconfianza en el 16%.

No hubo movilizaciones contra el golpe, ni del peronismo ni de los sindicatos. Y salvo el FIP (de Abelardo Ramos) y el PCR (Partido Comunista Revolucionario) que se expresaron en contra, los demás sectores políticos o aplaudieron o se callaron.

La organización Montoneros manifestó su alivio titulando en su revista oficial Evita Montonera “Cayeron los payasos del circo”.  “En la madrugada del 24 de marzo cayeron Isabel y sus payasos…” .  Mario Roby Santucho, jefe del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), hizo pública su expectativa triunfal: “Se inicia por tanto la etapa de la guerra civil generalizada en nuestro proceso revolucionario. La usurpación del gobierno por militares (…) coloca a todo nuestro pueblo (…) a las puertas de una época histórica y gloriosa por la que ya marcha erguida y determinada su vanguardia guerrillera”. Tres meses después, Santucho y Urteaga, cuando se aprestaban a salir del país son detectados y mueren en un enfrentamiento, y el ERP prácticamente desaparece.

La “Operacion Bolsa” y la represión clandestina

El 24 de marzo a la madrugada se inició la “Operación Bolsa”, tal como la llamó Videla. Consistió en detener a varios centenares de funcionarios y dirigentes peronistas, empezando por la Presidenta Isabel Perón, que pasó cinco años presa. La intención era anular cualquier intento de resistencia civil al golpe y segundo mostrar dentro y fuera del país una represión “civilizada”, de presos “a disposición del Poder Ejecutivo”, sin causa, ni condena pero en cárceles oficiales.  Según  la CONADEP  fueron detenidos a disposición del Poder Ejecutivo (PEN)  en  1976  3485 personas; y en 1977 otras 1264 más.

Mientras tanto, esa misma noche,  comenzaba un mecanismo del terror dirigido básicamente a militantes y simpatizantes de las organizaciones armadas, con un procedimiento y regularidad burocrática de secuestrar y desaparecer entre diez y quince personas diarias.

La represión clandestina

Está claro que el objetivo del golpe no era combatir la guerrilla, sino imponer el  plan económico de Martinez de Hoz y para ello necesitaban “disciplinar” a la población y en particular a la clase trabajadora. La lucha contra la guerrilla la fue la excusa necesaria para imponer a sangre y fuego las recetas económicas liberales.

La represión ilegal tuvo por objetivo principal destruir al ERP y Montoneros. Claro que sirvió a otros objetivos no menos importantes como diseminar el terror en la población, disciplinar en las grandes concentraciones fabriles, a sectores combativos, secuestrando y asesinando delegados y comisiones internas enteras.

La fuerzas armadas aplicaron la doctrina antisubversiva que los franceses usaron en Argelia, y  trasmitieron en los 60  a sus pares argentinos. La represión  clandestina seguía el  procedimiento, “captura-tortura-información-nueva captura”. Las primeras víctimas de secuestro eran los cuadros llamados “de superficie”, que no eran clandestinos pero tenían nexos hacia dentro de las organizaciones. Los más expuestos eran, en caso del ERP: la Juventud Guevarista y militantes del FAS; y de Montoneros sus agrupaciones JUP, UES, JP, JTP y otras. 

Es decir, se iba de los cuadros menos comprometidos a los cuadros combatientes. Con este mecanismo repetido infinidad de veces, avanzaban muy rápidamente hacia los niveles más altos de la organización.

No hay cifras exactas, pero se supone que el ERP llegó a tener unos 6000 militantes de los cuales solo el 10 o 15% eran combatientes. Montoneros tuvo unos 10 mil, con el mismo porcentaje de combatientes. La mayoría cumplía tareas políticas y/o de apoyo y logística. Por eso cuando hablamos de “militante montonero”, no necesariamente se trata de jóvenes que hayan participado de alguna acción armada. Pero al estar dentro de la organización eran secuestrados y torturados para que den información de su “responsable” o jefe. En algunos casos, luego de la tortura eran liberados y su relato contribuía a diseminar el terror.

¿Quién sabía sobre los desaparecidos?

Hoy, luego de escuchar miles de relatos en los juicios a los represores, de centenares de libros y publicaciones de todo tipo, ya nadie puede ignorar lo sucedido  de 1976 a 1983. Pero mientras sucedían, en la más absoluta clandestinidad amparada por el aparato estatal, la mayoría de la población incluyendo a los familiares de las víctimas, desconocía el perverso mecanismo de secuestros, torturas y asesinatos masivos que se estaba dando.

Comencemos porque la prensa estaba absolutamente censurada. Luego no había quien conociera y denunciara la mecánica represiva. Los pocos militantes que tenían la suerte de ser liberados, salían con terror de ser secuestrados nuevamente y se sumían en el silencio, un silencio que en muchísimos casos perdura hasta hoy día. En los campos de concentración, se les alimentaba la creencia de que existían “granjas de re-educación” en el interior, por eso usaban el eufemismo de llamar “traslados”, a quienes subían a aviones para tirarlos al mar.

A los familiares se los alentaba con datos falsos.  A muchos secuestrados los obligaban a llamar por teléfono a sus casas para decir que estaban bien y que no hagan denuncias. Otros recibían pedidos de sumas de dinero para mantener vivos y liberar a sus hijos. Había toda una estrategia muy bien estudiada y calculada para silenciar y confundir.

Los únicos que podían tener datos más precisos eran las organizaciones armadas ERP y Montoneros. Pero, lamentablemente,  para evitar la desmoralización  de sus combatientes, no los difundían. Prueba de ello se puede obtener leyendo el órgano oficial de Montoneros, la revista Evita Montonera. Allí no se menciona casi nunca la palabra “desaparecidos”. Incluso, la hoy famosa Carta Abierta de Rodolfo Walsh, de marzo de 1977, no fue publicada en dicha revista. Recién en octubre del 77, hay una nota sobre 200 madres reunidas reclamando por sus hijos.

Según los registros oficiales, en abril de 1977, ya había más de cuatro mil desaparecidos. Sin embargo, en la primera ronda de las Madres en Plaza de Mayo, hubo sólo 14 solitarias mujeres. Este es el dato más relevante para analizar qué se sabía de la represión a un año de dictadura. ¿Las cuatro mil madres faltantes, no reclamaban por sus hijos? O como muy honestamente contó Taty Almeyda: “Pasa el tiempo y pienso, aquí está pasando algo… me entero después de mucho tiempo, y decido acercarme a Madres, seria por el año 81 82.”

El error de Augusto Conte Mac Donell y la desaparición de su hijo

Tuve que hacer toda esta larga explicación para poner en contexto la situación que vivió Augusto Conte Mac Donell.  Conte no era un tonto (o palabra peor) como alguno me sugirió. Era un padre preocupado que intentaba proteger a su hijo, y que el 7 de Julio de 1976, le fue arrebatado y desaparecido.

Por mi edad e historia parecida, si tengo que hablar de errores, me inclino a revisar la actitud de Augusto hijo. Según el registro del historiador Rodolfo Baschetti, “Augusto María Conte Mac Donell, alias “Africano” o  “El Motas”, formó parte con un trabajo de base, del “Ateneo Evita”, ubicado en Amenábar y Blanco Encalada del barrio de Belgrano, conformando allí el frente del Movimiento de Inquilinos Peronistas (MIP). Militante de la Regional I de Juventud Peronista en la villa de emergencia del Bajo Belgrano. Trabajaba en el PAMI y era estudiante de 3° año de Economía. Ya había sido detenido y allanado su domicilio el 31 de enero de 1974 por personal de Seguridad Federal, cuando antes, en la calle lo encontraron armado.  Luego debe resolver si hace la colimba pese a su prontuario, o no se presenta, y marcha al exilio. Y  decide presentarse. No quería irse del país y pensaba que su lugar era la militancia desde cualquier frente.”

En esos años ningún militante le contaba de su actividad a sus padres, menos si estaba vinculado a un grupo armado. Vuelvo al relato de Taty Almeyda respecto de su hijo: “Después de muchos, muchos años, me enteré que militaba en el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo)”.

Augusto María, tal vez para ese tiempo se hubiese desvinculado de la organización, o no; no lo sabemos. Pero el antecedente de la detención armado y el allanamiento a su casa, eran suficientes motivos para tomar precauciones de seguridad. Tal vez, no quiso preocupar a su padre y le mintió (como hacíamos todos) sobre su compromiso militante. Tal vez, creyó que el hecho de que su padre hablara con Suárez Mason no aumentaba el riesgo, sino que lo atenuaba. Tal vez, no sé…

Lo que seguramente ni a Augusto María ni a su padre se les ocurrió pensar nunca, era el nivel de ferocidad e impunidad con la que actuaban esos asesinos, vestidos con uniforme de general de la Nación.

(*) Autor de Salvados por Francisco y La Lealtad- Los montoneros que se quedaron con Perón.