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La guerra Rusia-Ucrania: una visión nacional y latinoamericana

Por Fabrizio Escolano.

El 24 de febrero del 2022, el presidente ruso Vladimir Putin dictaminó, a través de un mensaje publicado en cadena nacional, el inicio de una operación militar especial con el objetivo de “desmilitarizar” y “desnazificar” Ucrania, lo que derivó en innumerables sanciones de tinte económico y comercial que han generado una verdadera crisis económica en la Federación Rusa. Tras eso, el mundo volvió a ser testigo de un momento de suma tensión como no había visto en los últimos 80 años desde la invasión alemana a Polonia y la consecuente Segunda Guerra Mundial y es que en todo este tiempo no se ha visto que se lleve adelante una confrontación de carácter militar entre potencias del denominado “Primer Mundo” (EEUU y sus aliados europeos, Australia y Japón) y el “Segundo Mundo” (Naciones descendientes de la Ex-Unión Soviética). El acontecimiento más cercano a nuestros días podría ser la denominada “Crisis de los Misiles Cubanos” durante octubre de 1962, cuando se especuló acerca de una posible guerra (probablemente nuclear) entre EEUU y la Unión Soviética a raíz de la utilización de Cuba como una base militar de este segundo, lo que estuvo al borde de generar un conflicto entre las dos superpotencias. No obstante, la guerra finalmente no sucedió pero sí existieron conflictos que, producto de la influencia de las grandes potencias, involucraron al “Tercer Mundo” ya sea entre países de este mismo (Guerra de Corea, por ejemplo) o directamente con las potencias (Guerra de Vietnam, Guerra de Malvinas o Guerra de Afganistán, entre otras). En resumidas cuentas, desde la última gran disputa internacional terminada en 1945 no se produce un altercado explícito entre potencias mundiales.

Categorías engañosas

Ahora bien, luego de esta muy resumida introducción acerca de lo que se está viviendo en la actualidad debemos pensar que el conflicto no se resume en términos de “Ucrania frente a Rusia”, “Europa frente a Rusia” y mucho menos como “Occidente frente a Rusia”.  Decidí utilizar estas tres categorías no solo porque son engañosas sino porque se están utilizando de forma diaria en la principal guerra que tenemos hoy en día: la de la comunicación. De hecho es esta última la que se ha encargado de crear estas mismas formas de pensar, sutiles en cuanto a lo que se refieren pero muy simbólicas en torno al contenido, ya que son capaces de influir en los hombres y mujeres a diario.

La primera categoría es la que posiblemente se coloque en los textos de historia en el día de mañana y es que, francamente, el conflicto involucra a estas dos naciones en disputa en torno a la seguridad que Rusia siente amenazada en el límite de su nación que corresponde a la región de Donbás y, por otro lado, en lo que refiere a la integridad territorial ucraniana que muchos consideran que se ha puesto en riesgo no solo desde la escalada que el conflicto tuvo, sino desde la anexión de la Península de Crimea en el año 2014. Si analizamos geográficamente a los actores involucrados, observaremos que aparece la resistencia hacia el gobierno de Kiev en las principales ciudades de habla rusa como Donetsk y Lugansk, propias de la región antes dicha. Si el conflicto fuese solo de Ucrania frente a Rusia, diríamos que estas regiones estarían dispuestas a frenar la ocupación proveniente desde el Este, y sin embargo resulta lo contrario. Por ende, hay ucranianos luchando por Ucrania y ucranianos luchando por su autodeterminación producto de su descendencia rusa. Ciudades ucranianas que están dispuestas a defenderse de la invasión y otras que buscan profundizar en la misma. Esto no basta para entender por que esta denominación del conflicto es falsa, pero lo que ciertamente no es falso resulta ser la guerra -encubierta por la prensa occidental-, que se llevó a cabo entre Kiev y Donbás producto de las grandes divisiones culturales que se sustraen en ambos bandos. Algunos dirán que Moscú ha financiado a los separatistas, pero también Ucrania ha permitido la aparición del Batallón Azov, una fuerza paramilitar de caracter nazi (la misma a la que se refería Putin) la cual ha formado parte también del conflicto interregional.

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La segunda categoría es sumamente confusa y deriva de la colectivización que el conflicto tuvo en el Viejo Continente. Si bien es cierto que la irrupción de Rusia en Ucrania obliga a que las naciones europeas pongan un ojo en lo que pasa en el Este, también es cierto que, en términos fácticos, no toda Europa está dispuesta a batallar militarmente, enviando fuerzas o material bélico. Aunque sí es verdad que muchos de ellos se han dignado a colocar la bandera de Ucrania en sus plazas, canales de televisión y demás sitios como muestra de apoyo a la defensa que lleva a cabo el gobierno de Zelenski de su territorio, lo que deja en ridículo a quienes pensaban que Europa se molestaría en llevar adelante una guerra contra Putin. Incluso se le puede hasta dar la derecha al mandatario ucraniano cuando dice que Europa y la OTAN la han dejado sola. Un antiguo profesor dijo que en la historia suele pesar más lo simbólico que lo fáctico. Alguien podría pensar que lo simbólico son las banderas ucranianas en todos lados, pero lo cierto es que Ucrania, al momento de escribirse este artículo, se encuentra cercada por las fuerzas rusas en sus principales ciudades portuarias del Donbás y sufriendo ataques aéreos en Kiev, y no parece posible el ingreso de diferentes naciones al conflicto. Sin embargo, es cierto que Estados Unidos y Europa le declararon la guerra económica a la Federación Rusa, con la imposición de sanciones que derivaron en una fuerte crisis en dicho país. Pero estas mismas están propiciando una fuerte crisis energética en Europa, la cual podemos intuir que se profundizará en el invierno a raíz del faltante de gas natural ruso. A todo esto, la Unión Europea ha decidido reemplazar el recurso proveniente de Rusia por el proveniente de EEUU, África y posiblemente de América Latina; el cual tendrá el triple de costo al que se conseguía gracias al gasoducto Nordstream creado durante la gestión de Merkel a la par de Putin. La pregunta es: ¿Verdaderamente es rentable para los líderes europeos el responder a la invasión de Ucrania de forma directa sabiendo que posiblemente deban pagar tres veces más el costo del gas para lograr abastecerse? Por estas razones, podemos decir que llamar esto una guerra del conjunto de Europa frente a Rusia resulta erróneo ya que parece ser que los europeos no están verdaderamente dispuestos a poner en riesgo su ya amenazado bienestar con tal de defender Ucrania.

La tercera categoría es la que más nos debe llamar la atención porque incluye a Occidente como una sola unidad que combate frente a la supuesta irracionalidad de Putin, lo que está completamente equivocado. No se sustenta ni en base a los países de etnia cristiana, apostólica romana, ni en la calidad de vida de los mismos, ni en la economía, ni en su política exterior. Es lisa y llanamente una expresión del primer mundo con el objetivo de convertir un conflicto que tiene a actores relativamente delimitados en otro en donde se involucre a países provenientes del Tercer Mundo, de carácter occidental, para que dejen de interactuar con Rusia. La necesidad de seguir entendiendo al mundo desde una visión basada en la hegemonía multipolar del primer mundo, en dónde sólo son relevantes las potencias ya mencionadas, choca con la realidad de que existen naciones que no se ven influidas solamente por lo que estas estipulan sino que también se relacionan con otros países. Un ejemplo sencillo va a explicar esto: la relación de Argentina con Rusia, en materia de comercio, es importante a la hora de destacar lo anterior. Nuestro país mantiene un vínculo comercial importante con la Federación Rusa, que abarca, por ejejmplo, la adquisición de vacunas contra el COVID-19 y la transferencia tecnológica para poder generarlas, así como un acuerdo para la compra de nuevas formaciones de tren para el Ferrocarril Roca que, si todo sale bien, comenzarán a transitar por Escalada, Lanús, Gerli, entre otras estaciones, a partir de 2023. Si solo se hubiesen seguido los lineamientos de las potencias de Occidente, esto no se podría llevar adelante. La soberanía de los países radica, entre otras cosas, en la posibilidad de poder relacionarse con los países que deseen, y de estipular la posición sobre estos que consideren pertinente para resguardar su interés nacional. Basta mirar el caso de Brasil, cuyo gobierno se declaró estrictamente neutral al conflicto con razones de carácter comercial, además de política interna. Es por esto que no se resume la disputa entre Occidente «entero» y Rusia.

¿Quién va contra Rusia?

Pero entonces si no es Ucrania, Europa ni Occidente, ¿Quién va contra Rusia? Nada menos que la pata armada de los países del Primer Mundo, sobre todo de EEUU, a nivel Internacional: la OTAN. Fue Estados Unidos el país que propuso crear dicha organización y quién más la sostiene en el día de hoy. La OTAN es, en resumidas cuentas, una organización creada para lograr la defensa de los Estados que la componen frente a amenazas externas. Fue creada al inicio de la Guerra Fría con el objetivo de contrarrestar un posible avance soviético durante aquellos años y pese a la disolución del bloque oriental se mantuvo y ha incluido nuevos miembros. Un hecho puntual para subrayar esto es la base militar que se encuentra en las Islas Malvinas por parte de esta Organización que tiene a Inglaterra incluida en la misma. Aquí comprendemos que no se trata de contrarrestar una amenaza rusa, sino de lograr tomar posesión de puntos estratégicos que le dan proyección, como lo son la Plataforma Continental Argentina, el Atlántico Sur y la Antártida. Pues entonces, no es para el presidente ruso apropiarse del Donbás o, mucho más ambiciosamente, Ucrania, o hasta Europa su principal objetivo; el gran triunfo sería el desprestigio de la OTAN, derivado de que sus integrantes no puedan ver cómo esta organización los mantiene seguros si a tan solo kilómetros de Polonia (su integrante más cercano al conflicto) persisten los bombardeos. La organización no puede meterse en la disputa porque Ucrania no es parte de ella, lo que, si así fuera, obligaría a todos los estados que la integran a pelear contra Rusia, y la gran mayoría de países no están dispuestos a hacer tal cosa, por más noble que parezca la contienda. Recientemente se buscó sumar a Finlandia y Suecia a la organización para así ejercer más presión en el flanco oriental, pero su entrada fue vetada por Turquía, la cual no solo reclama que ambas naciones retiren el apoyo a las milicias kurdas (consideradas terroristas en ese país), sino que el presidente Erdogan es un aliado de Vladimir Putin. ¿O acaso se pensaba que adentro de la OTAN no había aliados de Rusia? Un verdadero berenjenal geopolítico.

Para dar por concluido este análisis, no debe uno dejar de reflexionar acerca del conflicto de Ucrania desde el lugar en el que está y sin caer en falsas nociones. No se trata aquí de defender a Putin ni de reivindicar de la OTAN. Pero si es cierto que como argentinos y latinoamericanos no podemos sino ver los acontecimientos desde una visión basada en el interés nacional y regional, es decir, analizar qué tanto podemos vernos beneficiados y qué otro tanto perjudicados como país y como subcontinente. La guerra nos duele, eso no hay duda. Las violaciones a los Derechos Humanos, el morbo esparcido en las redes sociales sin filtro, la infinidad de refugiados y desplazados por el conflicto, nos rompen el corazón. Pero, ¿que nos afecta más a fondo como argentinos? Quizás tener una base militar de la OTAN en nuestro territorio. Quizás un aumento descarado de las materias primas a nivel mundial que hace que usted se pregunte si podrá llegar a fin de mes, o si va a poder mantenerse caliente en invierno si no se dispara el precio del gas. Quizás el volver a ver a América Latina dividida si cada país empieza a tomar postura por uno u otro actor en la contienda. Esos son los problemas que debemos pensar, sin dejar de mostrar empatía ni sensibilidad pero, a fin de cuentas, pensar cómo la contienda impactará en nuestras vidas cotidianas, nuestro país y nuestro continente (llámese “Neutralidad”, “Tercera Posición”, “Costo-Beneficio” o “Interés Nacional”). A fin de cuentas, lo que prevalece en la toma de decisiones de las potencias son estas mismas nociones: quizá sea momento de empezar a emplearlas nosotros mismos.