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Después del atentado contra Cristina, pasar de la resistencia a la ofensiva

Por Omar Dalponte

Acabamos de ser testigos presenciales, a través de algunos medios informativos, de un episodio que pudo haber sido una tragedia mayúscula. Casi asesinan a la vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner. Gravísimo. Ahora, luego de esta situación que conmovió profundamente a gran parte de la sociedad, con la maldad y astucia que caracterizan a los enemigos del pueblo y también por la inveterada costumbre de la fauna periodística de lanzar cataratas de palabras confundiéndolo todo, estamos corriendo el riesgo de desplazar del eje temas centrales y sumergirnos en relatos que distraen la atención respecto a cómo proceder frente a lo ocurrido. Nada de versos. Sepamos que es lo que debemos exigir y de qué manera es necesario proceder para el esclarecimiento del hecho y lograr el castigo que corresponde a los culpables.

Enfrascarse en la discusión de cómo funcionó el arma o lo que puede opinar cualquier papanatas del submundo marginal es perder un tiempo precioso en circunstancias que la derecha, representada por el macrismo, intenta por todos los medios a su alcance destruir a la Argentina. El macrismo, en cualquiera de sus variantes, es la más peligrosa y feroz expresión de la barbarie y principal responsable del clima de violencia que sufrimos los argentinos. Es por demás conocido cómo desde esa parcialidad neoliberal se estimulan atrocidades tales como la quema de barbijos en plena pandemia, acusaciones falsas, utilización de jueces, represión policial y un ataque sistemático a figuras representativas del peronismo, especialmente a la compañera Cristina.

Tomemos consciencia que a partir de estos días tenemos la obligación de luchar por un tiempo nuevo liberado de lacras que nos impiden vivir en paz y construir progreso. Hay que ser demasiado estúpido para no darse cuenta que lo protagonizado por este animal que atentó contra la vida de la mujer más importante de nuestro país no es la acción de un extraviado que sólo busca algún protagonismo. Este es un hecho gravísimo. Precedido por una sucesión de agresiones físicas y verbales que lamentablemente no fueron respondidas con todo el rigor que merecían. Insultos reiterados a la vicepresidenta en manifestaciones y en programas de televisión. La quema de las puertas de su casa en pleno barrio de Recoleta. Las piedras arrojadas a su despacho del Congreso. La violación de su domicilio buscando cosas que no encontraron. La agresión policial, verbal y física, al diputado nacional Máximo Kirchner tratando de impedir que vaya a acompañar a su madre ¿que esperábamos como fuerza política los peronistas para reaccionar?

Afortunadamente el momento llegó. El viernes 2 de septiembre fue la coronación de una primera etapa recientemente iniciada por los compañeros Jorge Rachid y Ramos Padilla, dos nacionales destacados e incuestionables, llenando plazas proponiendo la democratización de la justicia y cuestionando con razón a la Corte Suprema. Más adelante, luego del 23 de agosto en que Cristina Fernández pronunciara su ya histórico discurso, con posterioridad a los disparates de un fiscal que pidió para ella 12 años de cárcel, la esquina y adyacencias de las calles Juncal y Uruguay se convirtieron en lugar de reunión para la militancia del Frente de Todos y personas que sin ningún encuadramiento político, cansadas de tantas injusticias y agresividades se concentraron con alegría y pacíficamente para dar su apoyo a la dos veces presidenta de la Nación. Fueron jornadas de fervor militante durante las cuales también y sin ninguna razón, hubo represión a los manifestantes por parte de la policía del gobierno macrista de la ciudad de Buenos Aires. Esto no hizo más que incentivar el ánimo de reivindicación de Cristina por ese pedazo de pueblo que espontáneamente le puso banca en su territorio a los contreras, a los gorilas y subdesarrollados mentales que esporádicamente aparecen desparramando odio cacerolas en mano.
Finalmente se llegó al viernes 2 de septiembre en que seiscientas mil almas marcharon y se reunieron en Plaza de Mayo y calles cercanas, mientras otras miles y miles de personas colmaron lugares céntricos en distintas ciudades de nuestra República. Nuestro pueblo, cuando protagonizó momentos que derivaron en grandes transformaciones políticas y sociales lo hizo movilizándose multitudinariamente en forma pacífica. Pero ojo. Que tengan presente los poderosos que hoy pretenden terminar con el estado de derecho y retrotraernos a épocas en que pudieron actuar con total impunidad, que este mismo pueblo fue capaz de producir puebladas como el Cordobazo y muchísimas acciones colectivas mediante las cuales demostró su capacidad para “hacer tronar el escarmiento”. Aquí en Lanús está muy fresca en nuestra memoria aquella heroica jornada que fue El Lanusazo.

Se ha iniciado un tiempo que puede ser diferente. Hay que sostener la presencia en calles y plazas. Hay que demostrar que no estamos dispuestos a entregar el país a quienes pretenden someter al pueblo y convertirnos en una colonia. Hay cosas en las que no debemos ceder nada. El animal que intentó matar a Cristina no debe salir de la cárcel porque es un peligro para la sociedad. No debemos permitir que el día de mañana, con cualquier escusa leguleya salga nuevamente a hacer daño. Hay que exigir terminantemente que aparezcan quienes han sido los mandantes de esta bestia. No nos traguemos el cuento del loco suelto. Reclamemos a nuestros dirigentes hacer efectivo esto de “mantenernos unidos, organizados, movilizados y en alerta permanente”. No es este un momento de enunciados que se olvidan en una semana. Es imprescindible sostener el nivel de movilización iniciado, de profundizar los reclamos a favor del pueblo, afianzar la resistencia contra la conspiración de la derecha salvaje y de ahora en más dar batalla en todos los frentes. Si se ha propuesto desde las filas enemigas la opción ”ellos o nosotros” aceptemos el desafío sin hesitar. Seamos los realizadores de la hora del pueblo.