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«Me reprimió una compañera del colegio»: los Redondos en Lanús y la noche de la violencia policial

Por Federico Arcelli.

Que Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota hayan tocado tres veces en Lanús no es poca cosa. Y que las misas ricoteras llegaran en el momento de pleno auge y efervescencia de la banda, tampoco. Está claro que se trató de un nuevo hecho histórico para la cultura de nuestra ciudad. Sin embargo, no todo fue positivo para sus fanáticos, que siempre estuvieron expuestos a los abusos de autoridad en una década complicada.

Mariana Ortiz Losada es docente y actriz. Nació y creció en Lanús, donde vive en la actualidad. Dirige un centro cultural a pocas cuadras de la estación y es hija de desaparecidos. Con 18 años estuvo en las tres misas ricoteras de 1992. En la última, el 3 de mayo, fue brutalmente reprimida por la Policía Bonaerense.

“Me crié a tres cuadras de la comisaría que organizó el operativo y hoy tengo una sala de teatro independiente a la vuelta. Vivo a una cuadra del Club Lanús y hoy pago las expensas justo al lado de la pared en donde me detuvieron y me pegaron”, contó Mariana.

La historia completa en La Unión de Lanús.

Mariana Ortiz Losada.

-¿Cómo viviste aquel fin de semana?

-Estábamos expectantes porque nuestra banda tocaba en el barrio. Nos parecía increíble tenerlos tan cerca, luego de las caravanas eternas que hicimos para ir y volver de Obras Sanitarias. Conseguimos entradas para el segundo recital, pero, como vivíamos a la vuelta, no nos aguantamos y fuimos a todos. Nos acercamos el viernes al primero y entramos gracias a que una mujer policía del barrio, que iba a nuestro mismo colegio, se hizo la desentendida y nos dejó pasar. En el tercero se pudrió todo.

-¿Qué pasó?

-Algo muy grave. Me agarraron, me golpearon y me torturaron. Fue una experiencia muy dolorosa que me hizo olvidar por completo los recuerdos de los dos primeros shows. Encima, la mujer policía que me golpeó fue la misma de mi colegio. La que me había dejado entrar el viernes al primer recital. La pasé espantosamente mal.

-¿Podés reconstruir ese momento?

-Estábamos en la esquina de 9 de Julio y Córdoba, viendo si podíamos pasar. La policía realizó un operativo muy grande. Ese domingo, en el último show, éramos poquitos, unas veinte personas. Cuando la banda empezó a tocar, la policía se puso más dura y nos quiso a echar del acceso con actitudes prepotentes. Nos fuimos por la calle Córdoba hasta Ituzaingó, sin contestar ni ocasionar ningún problema. Cuando nos dimos vuelta, la policía nos empezó a correr y nos emboscó en la esquina de Salta y 9 de Julio.

-¿Qué se te pasó por la cabeza?

-Fue muy raro correr en nuestro propio barrio. Sabíamos de las razzias porque ocurría bastante en esa época, pero nunca nos había pasado. Nos pusieron a todos contra la pared en Salta y 9 de Julio, mujeres por un lado y varones por el otro, para golpearnos. Nos dieron fuerte en la espalda y en el riñón. Luego estacionaron un micro escolar en contramano, y nos amenazaron con que nos iban a llevar a todos al campo de concentración. Tuve mucho miedo. Mi viejo fue asesinado durante la última dictadura.

-¿Y después de los golpes contra la pared los largaron?

-No. Nos hicieron poner en fila y “desfilar” por 9 de julio hasta la estación, con las manos en la nuca. Mientras tanto, la policía nos seguía pegando con la cachiporra. En mi caso, me golpeaba la mujer policía que ya mencioné. Nos dieron por última vez en el túnel que divide la parte Este y Oeste de la estación y nos largaron en la Avenida Hipólito Yrigoyen. Salimos corriendo cada uno para el lado que pudo.

-¿Denunciaste esto?

-Sí. Fuimos a hacer la denuncia a la Comisaría Segunda de Lanús Este -la que organizó el operativo- con mi ex novio y mi mamá, que estaba profundamente indignada y además era militante de derechos humanos. Pidió por la policía que me pegó, pero le dijeron que no estaba. Nos derivaron a la Departamental de Juncal y Córdoba para revisarnos, ya que estábamos bastante golpeados. Hicimos también una denuncia en Amnesty Internacional por privación de la libertad, torturas y demás, y hasta nos llamaron a declarar. Lamentablemente quedó todo en la nada.

-¿Pensaste en el caso de Bulacio, mientras vivías en carne propia la represión?

-Estuvimos aquella noche en Obras Sanitarias, pero no sabíamos lo que había pasado, hasta que nos enteramos unos días después. Algunos amigos estuvieron en la redada y terminaron en la comisaría golpeados al igual que Walter. Un año después nos tocó directamente a nosotros, aunque por suerte no nos llevaron ni nos mataron.

-¿La banda se pronunció?

-Sí, siempre nos decía en cada recital que tuviéramos cuidado porque nos estaban buscando. Siempre pasaba algo en estos recitales. Era preocupante, pero común.

-Teniendo en cuenta que era de tu barrio, ¿te volviste a cruzar con la mujer policía que te reprimió?

-Sí, parece de película. Fue en 2003, cuando anoté a mi hija en el jardín maternal. En ese momento me crucé a ella, que también iba a inscribir a su hija en el mismo lugar. Quería romper todo.

-¿Cómo reaccionaste?

-Me acerqué a hablarle en medio de una de las actividades del jardín. Ella supuestamente no me reconoció, pero le dije que yo sabía muy bien quien era: la única mujer que me cagó a palos en mi vida. Me miró y me pidió disculpas, asegurando que había sido un momento oscuro de su vida. Ella ya no es más policía, sino abogada cristiana. Me mandó después una carta disculpándose otra vez y ofreciéndome sus servicios. No la contesté. Mi mamá se enojó porque no la volví a denunciar, pero preferí no hacerlo. Tampoco la quiero nombrar porque fue un nombre muy importante en mi vida, que me asustó mucho.

-¿Qué recuerdos tenés de la banda hoy?

-Es un recuerdo que no se relaciona con la represión y la violencia, más allá de lo que nos pasó aquella noche. Incluso, los fui a ver otra vez. La música de la banda circulaba por nuestras venas y nos representaba mucho. Lo que me pasó en aquel entonces me podría haber ocurrido a la salida del colegio o luego de ver una obra de teatro. Era algo que ocurría mucho.

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