A 65 años de los fusilamientos de José León Suárez y Lanús: la historia de una foto escondida
Por Adrián Muoyo.
Adentro de un diván de mi casa, que había pertenecido a mis viejos, mi hermana encontró una carpeta. Estaba bastante oculta. Parecían papeles sueltos. Había fotos de Gardel, Perón, Eva y Hugo del Carril. Pero había una foto más que no supe reconocer, aunque presumí con qué estaba relacionada. Hace poco tiempo la identifiqué.
De esta carpeta no sabíamos nada. Estaba guardada u oculta, que en estos casos vendría a ser lo mismo. Es decir, mis viejos no nos la mostraron, ni a mi hermana ni a mí. Jamás. Fue un hallazgo casual o, como gustan decir ahora, causal.
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Algún día subiré alguna de las otras fotos, pero hoy hay que centrarse en ésta. Es el Teniente Coronel Oscar Lorenzo Cogorno, uno de los fusilados de 1956 por la dictadura de Aramburu. Había participado del levantamiento del General Valle del 9 de junio de 1956, que buscaba restaurar el sistema democrático. La idea era llegar al poder y llamar a elecciones libres, sin proscripciones. Cuando lo detuvieron a Cogorno, la orden del genocida Aramburu fue clara: «Ni dejarlo respirar». Así que montaron una parodia de juicio. Antes de que las balas le estallaran el pecho, Cogorno pateó la silla y se negó a ponerse las vendas en los ojos. Cayó de pie al grito de «Muero contento por un ideal ¡Viva la Patria!». Dejaba una esposa y cuatro pibes, casi como Dorrego un siglo y medio antes.

Estos datos duros los saqué del monumental trabajo de Roberto Baschetti sobre los militantes peronistas. Para que sepan, para que sepamos quién era.
Pero a mí me interesa una cosa más. Vaya uno a saber por qué mis viejos ocultaron la carpeta, quizás por temor a alguna requisa. Tampoco sé qué sintieron, mi viejo o mi vieja cuando recortaron esta foto de un diario o una revista. Porque es una foto recortada. Guardada con amor y con respeto. Acaso alentados por el mismo ideal del grito de Cogorno. Quizás como una forma de recordar que en toda lucha popular hay dolor y puede haber muerte. Que no hay que olvidar a los que entregaron su vida por la causa del pueblo. Que toda lucha es dura. Quizás esta carpeta y esta foto eran un recordatorio para ellos mismos, muy íntimo, porque nunca lo compartieron. Pero sí supieron transmitir el sentido profundo de esta carpeta, lo que los llevó a hacerla y guardarla. Ese que nos dice que esa lucha es larga y viene de lejos, que falta mucho pero que no hay que bajar los brazos para que algún día y de una vez por todas, «reinen en el pueblo el amor y la igualdad».

