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A 48 años del asesinato del Padre Mugica: un fragmento de su libro «Peronismo y cristianismo»

Se cumplen hoy 48 años del asesinato del Padre Carlos Mugica, a manos de la Triple A. Mañana, jueves 12 de mayo, el historiador y colaborador de La Unión de Lanús, Omar Dalponte, ofrecerá una charla en su memoria a las 18 en la sede del Partido Justicialista, en Manuel Quindimil 202 (ex Máximo Paz), a metros de Hipólito Yrigoyen.

No es la primera vez que recordamos a Mugica desde La Unión de Lanús. Hemos contado su historia, hemos publicado su Meditación en la villa, hemos recordado su participación en el regreso de Perón a la Argentina. En esta ocasión, acompañamos su evocación con un fragmento de su libro Peronismo y Cristianismo.

¿Cuál es la medida que tengo para darme cuenta de que hoy el peronismo es el movimiento histórico al que yo pienso, debe acceder naturalmente un cristiano para mirar las cosas del lado de los pobres? Y esto no significa que no se puede ser cristiano y no peronista. Lo que sí me parece
más difícil es ser cristiano y antiperonista. Aunque en la adhesión a cualquier movimiento político, un cristiano debe siempre mantener una distancia crítica desde la fe. Tiene que revitalizarlo, que no significa minimizarlo. Puede adherir a él pero un cristiano sabe que un movimiento político no va a crear la sociedad perfecta, va a realizar sí determinados valores pero también corre el riesgo permanente de desvirtuar esos valores. Pero puede criticarlo solo en la medida de su participación en el proceso, en la medida en que no esté mirando el partido desde afuera.
¿Cuál es ese juez que me permitirá valorar si el peronismo es hoy la instancia histórica a través de la que me interpela Cristo, a través de la que voy a mostrar mi amor a mi pueblo y a mis hermanos?

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El juez es la gente, el pueblo, los oprimidos. La categoría pueblo casi coincide con la categoría pobres aunque no la abarque totalmente. Yo sé por el Evangelio, por la actitud de Cristo, que tengo que mirar la historia humana desde los pobres. Y en la Argentina la mayoría de los pobres son peronistas, para decirlo de manera muy simple.
Aquí tendríamos que hacer una distinción entre el ideólogo y el político.
El ideólogo se maneja con ideas que tienen mucha claridad, pero siempre se refieren al fin que hay que alcanzar, es escatológico. No se refiere a lo que es actual. Un ejemplo serían los que adhieren al ERP o al Partido Comunista. Un militante del ERP, por ejemplo, diría: Todos los hombres son
iguales y tengo que establecer cuanto antes sea esa igualdad.» Trata de poner en el presente lo que es del futuro. «Hay que suprimir todas las clases sociales, ya» y ahí surge el problema de los medios a emplear. Ahora bien, en esto de la supresión de clases, yo como cristiano pienso que si bien desde el punto de vista económico debe haber una desaparición de las clases, sostener la total igualdad de los hombres es desconocer la realidad del pecado. Para mí, cristiano, la plena igualdad sólo se dará cuando venga el Señor y no antes. Pienso que en esto reside el error del marxismo y de los marxistas. Privilegian al hombre económico y se olvidan del político, por eso les es difícil entender
el peronismo, que privilegia más lo político que lo económico.
Como privilegia lo económico el marxista afirma la prioridad de la lucha de clases pero desde el punto de vista económico.
El político, en cambio, en lugar de manejarse escatológicamente, maneja las fuerzas existentes. Actúa como quien tiene que tomar decisiones. Por ejemplo, las tres grandes banderas del peronismo —independencia económica, soberanía política y justicia social— son pautas acequibles, como el programa del Frente que propone Perón es un programa mínimo de coincidencias, no es el programa definitivo. Lo escatológico en el peronismo es el socialismo nacional hacia el que tenemos que apuntar, pero la pregunta que hoy se hace el político es: ¿Qué pasos puedo dar ahora
para ir implantando el socialismo nacional?
El peligro del ideólogo es el sectarismo que lo lleva a una estructura en el fondo racionalista y lo lleva a separarse de la realidad.
El peligro del político es el populismo, a veces la utilización de los medios le puede hacer olvidar los fines.
Los cristianos siempre hemos tendido a ser ideólogos, siempre le hemos tenido mucho miedo a la realidad concreta porque es ambigua. Y mientras nos preguntamos si estará bien, si estará mal, el problema ya lo habían resuelto otros. Siempre quisimos la opción pura y perfecta y la política es una cosa sucia que nos obliga a arriesgar, nos obliga a optar con probabilidad. En el fondo la opción política siempre es por el mal menor, siempre estoy eligiendo de esta manera porque el bien perfecto no existe.
En el Evangelio Jesús no nos reprueba por haber optado mal, a menos que nuestra opción nos sea imputable por irresponsabilidad o por falta de preparación, no condena al que usó el talento y no lo hizo fructificar mucho, condena al que guardó el talento, al que no lo quiso, arriesgar, al que por miedo a equivocarse no hace nada.
Ya dije que Dios no elige personas, habla con todo el mundo. Con María Magdalena, con Mateo, con Zaqueo, con los fariseos, con Simón el leproso que era fariseo. Pero sí elige grupos. A los fariseos les dice: «Ustedes son amigos del dinero» y también se las agarra con el Sanedrín, que eran
los sacerdotes y estudiosos, el gabinete al que Roma le había dado todo el poder de las relaciones
exteriores.
Jesús no prefiere a los fariseos o los doctores, prefiere a la gente inculta. Jesús anuncia, fundamentalmente, la liberación de los pobres. Y de ahí el problema que se le plantea al Sanedrín.
«Si éste sigue así, todo el pueblo lo va a seguir, todos van a ir detrás de El.» Y eso que hay que reconocer que los fariseos eran gente popular, un poco los maestros, eran generosos, fraternales, insertada en el pueblo, pero cuando aparece Jesús, el pueblo lo sigue. ¿Por qué? Porque Jesús está
con el pueblo.
Cuando los fariseos se referían al pueblo decían «esa gente», como ahora se dice «esa gente de las villas». Y esa gente elige a Jesús y es elegida por Jesús.
En otra época, la gente era realista, estaba acostumbrada a proyectarse en el rey, pero ahora eso no basta, el hombre ha tomado conciencia de su dignidad, cada hombre quiere ser responsable, protagonista, quiere poder decidir su destino que puede ser un acto de gracia o de pecado. Para el
cristiano hoy se abre un nuevo campo al servicio de la gracia: el acto de decidir políticamente.
El que roba a la gente su derecho a decidir y es el caso de los militares en la Argentina, está en pecado porque les roba el derecho de santificarse al elegir.
Para poder santificarme, para poder realmente crecer en el amor a Dios y a mis hermanos, tengo que servir con capacidad creadora. No debo renunciar a mi derecho a decidir y tengo que hacerlo con fuerza aunque sin odio.
El 17 de octubre de 1945 el pueblo decide. Descubre un hecho concreto: un hombre lo interpela y lo interpreta y el pueblo comienza a santificarse, a liberarse al decidir.